Educación con fines de lucro. El escenario que espera a los nuevos diputados

LUCROCon los actores más representativos del movimiento estudiantil instalados, ahora, en la Cámara de Diputados, cualquiera podría suponer que el fin del lucro en Educación es una batalla prácticamente ganada. No hay razón para pensar distinto, si ha sido ésta una de las banderas de lucha más emblemáticas, y quizás el bastión más duro que ha debido enfrentar el movimiento. Pero no se cante victoria aún, al menos no sin antes de mirar y considerar el porqué de la resistencia a dejar de ver en la Educación un jugoso negocio, y cómo hasta ahora ha sido posible aunque la ley diga lo contrario.

Mönckeberg, la piedra en el zapato

Las claves para comprender lo que está detrás del lucro, se contienen en la reciente investigación de la periodista María Olivia Mönckeberg Pardo, ya conocida por su anteriores publicaciones: “El negocio de las universidades en Chile” (2007), y “Karadima. El Señor de los infiernos” (2011), entre otras. Esta vez vuelve sobre el tema del lucro en la educación, en una obra titulada “Con fines de lucro. La escandalosa historia de las universidades privadas en Chile” (2013). Ya conocemos el estilo de la autora, riguroso en la investigación y desafiante en la exposición argumental. Pero el mayor mérito de este libro no radica precisamente en el estilo, que sin dudas lo tiene, llegando incluso a competir con la novela policíaca, sino en lo que devela: los hechos y razones, es decir, los argumentos de fondo que nos permiten intuir que Vallejo, Jackson, Boric y Cariola, otrora dirigentes estudiantiles y hoy diputados, enfrentarán en la Cámara la más dura oposición a terminar con el lucro en la Educación superior, no obstante pareciese una de las afirmaciones que, paradójicamente, genera suculentas ganancias, políticamente hablando.

Abanderados por el lucro frente a “inútiles subversivos”

El primero de los argumentos de fondo investigados y denunciados por Mönckeberg, que dan pie para suponer el óbice parlamentario, es el tratamiento informativo que han dado al movimiento estudiantil los dos conglomerados periodísticos de mayor peso e influencia en los grupos políticos y empresariales más conservadores, El Mercurio y La Tercera. De hecho, la autora cita en su obra el arduo trabajo de Cristián Cabalín, quien analizó las editoriales de ambos periódicos entre mayo y noviembre de 2011, un total de 182. En su análisis, Cabalín concluye que dichas editoriales participaron del debate sobre Educación con marcada carga ideológica y política. La Educación fue pensada como un conflicto que debía ser resuelto enfocándose en el problema. Y para ellos, el problema no era el sistema mismo, como lo plantearon los dirigentes, sino sus actores, la excesiva carga económica y, a lo más, distorsiones del sistema. Pero jamás se aludió al malestar general hacia el modelo neoliberal en Educación, implementado en los ochenta. Se responsabilizó del problema educacional incluso a los mismos estudiantes, se pretendió restar legitimidad a sus demandas. Se desvió el discurso hacia la calidad y formación docente, entre otros temas, pero en ningún caso se abordó el conflicto como un problema estructural. Nada hace pensar, entonces, que estos grupos de poder actuarán distinto cuando se retome la discusión sobre el lucro.

El segundo argumento, amplia y profundamente tratado por Mönckeberg, es el interés que, desde los inicios de “la era del lucro”, han tenido inescrupulosos empresarios por invertir en el campo de la Educación. El negocio les ha resultado tan fácil y rentable, ya sea por los nexos familiares que existen entre ellos, ya sea por la falta de fiscalización y la ingenuidad de quienes han pensado que, detrás de cada proyecto, se buscaba el beneficio de la clase media-baja, de ese conjunto de estudiantes que, gracias a la proliferación de universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica, todo ellos “sin fines de lucro”, podrían cumplir con el sueño de ser profesionales. Por supuesto que nadie les habló del negocio tras los créditos y becas, ni tampoco de la baja calidad de la formación recibida. Trabajos como el de Mönckeberg desnuda las verdaderas intenciones de estos “filantrópicos emprendedores”, dejando a su paso los bullados casos de la Universidad Central, Universidad del Mar y otras diez universidades investigadas por lucro. El negocio es muy bueno, y nada hace pensar que, aún con Camila y Giorgio como diputados, deje de serlo. Sabemos que hay quienes están dispuestos a seguir intentándolo, y dar la pelea hasta el final, sobre todo cuando los mayores interesados en mantener el lucro en educación no son “los niños de los barrio de Tocopilla”.

El tercer y último argumento deja al descubierto una enorme y poderosa red de influencias, que opera en el mundo político, empresarial y religioso. Es extenso el listado de conocidos personajes y familias involucradas en el emprendimiento educacional, como suelen llamarle al negocio. Lo interesante es descubrir que estos nombres y nexos se repiten en el holding empresarial, industria minera y agropecuaria, comercio nacional e internacional y empresarios del retail. Pero no sólo aquí, sino también en las cúpulas políticas de la derecha más conservadora: UDI y RN, y en el sector ultraconservador del catolicismo, el Opus Dei. Como bien señala Mönckeberg en su libro, estas redes de poder ven con creciente preocupación el rol protagónico que han adquirido los líderes del movimiento estudiantil. De hecho, el 6 de agosto de 2011, en la inauguración del consejo de Renovación Nacional, y a propósito del llamado que hicieron los estudiantes a los presidentes de los partidos de la Concertación a no asistir a una reunión convocada por el Presidente de la República, el Senador Carlos Larraín Peña afirmó: “Hay mucho que hacer, no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos que están instalados, muchos de ellos desgraciadamente, en el Parlamento que no supimos ganar” (Mönckeberg, op.cit., p. 217). Pues bien, muy pronto el Senador Larraín verá un Parlamento más infectado de esos “inútiles subversivos”.

La marcha recién comienza

No me cabe duda de que los nuevos líderes del movimiento estudiantil ven con optimismo lo que ha ocurrido en las recientes elecciones. Y de hecho hay motivo para ello, pues con sus antiguos representantes, Vallejo, Jackson, Boric y Cariola, ocupando un sillón en la cámara de diputados, están mas cerca de ver realizadas sus aspiraciones. Pero no seamos ingenuos. Como demuestra la investigación de María Olivia Mönckeber, el camino para reformar las estructuras de nuestro sistema educativo encontrará serios obstáculos, que exceden el campo pedagógico. Se trata más bien de obstáculos ideológicos, venidos desde quienes tienen sobradas razones e intereses económicos para maquillar el modelo, sin alterar su fondo. Sin ir más lejos, la propia Camila Vallejo ha reconocido que “entre más pasa el tiempo, veo más difícil todo. Al principio pensaba que podrían resolverse nuestros problemas con la lucha por la educación y después uno se da cuenta que el entramado es más complejo; el sistema político, económico e incluso la desigualdad que hay tienen que ver con que existe un modelo de acumulación que se basa en el lucro en la educación, en la salud, en todas partes. Y no va a ceder con facilidad, y en eso está involucrada mucha gente que tiene poder” (Mönckeberg, op.cit., p. 227).

Para los nuevos diputados, su marcha por la Educación, muy probablemente la más dura de todas, recién comienza.

P. Humberto Palma Orellana



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